Respuestas trasnochadas

miércoles, 23 de enero de 2008

"Oye, y ¿Por qué escribes?"

Pregunta recurrente que a lo largo de mi vida me han planteado, tanto más, con la reciente inauguración de este lugar. Y, sin pensarlo mucho, advierto que nunca, nunca, he verbalizado una contestación sincera, sin parcialidades. Ya ves. Sí, en ocasiones una salida sarcástica, un chiste mal construido, o un socorrido ¿por qué no? Pero nunca nada solemne y meditado.

Escribo, porque lo necesito. Y con eso podría resumir toda la argumentación tediosa que me dispongo a dejar salir. Pero en realidad, mana mucho mas de ello.

Escribo porque, mientras lo hago, me siento bien. Porque desde que puedo recordar, esa es mi manera de reflexionar, es como me siento realmente en mi sitio. Porque encajar en palabras, las ideas que me pían al oído, es la única manera de cimentar mis pensamientos. 

Escribo porque absolutamente nada tiene ningún sentido y sin embargo mientras escribo absolutamente todo parece tener un sentido absoluto. Escribo porque, sin hacerlo me falta la substancia, la materia, o ambas. Escribo para entender cosas que sé que no hay manera humana de entender, con la esperanza de que ese esfuerzo fracasado por entenderlas sea ya una forma de entenderlas.

Escribo, para poder pensar, que dijo algún día algún ilustre con nombre y apellidos, y yo suscribo con los míos. Escribo sin sentido, escribo a veces de forma automática, compulsiva e incomprensible.. Escribo porque desde que leí a García Márquez, todo lo que he escrito no ha sido más que un intento vulgar de plagiarle. Escribo porque la primera vez que escribí una historia total, mi madre me preguntó “¿ y no tienes más?” , y aún escribo por complacerle en ese apetito, aunque jamás lea esto, aunque jamás lo sepa.

Escribo para encontrar poesía en lo cotidiano, y sacar las prosas de mis fantasías. Para borrarle las dos letras al imposible. Escribo para cerrar heridas, y para ahondar en ellas. 

Y lo cuelgo aquí, para que lo lean los míos, para que critiquen las parrafadas y desvaríos, para que disientan con mas o menos garbo. Para que me entiendan un poco más, para que me escuchen en lo escrito,  y para que dejen de entenderme a ratos. Porque es cierto que, poderosamente, escribimos para que nos lean, que dijo alguien con un apellido con rima.

También escribo a veces, con la poética esperanza de que alguien peculiar llegue, sin saber como, hasta aquí. Gente sobre la que novelar, y trazar con un lápiz de carboncillo.

Para exégetas que viven de dar cuerda a los relojes. Expertos en amañar profecías. Corredores de apuestas que asesinan caballos para extraerles la esencia del galope y venderla en dosis miserables, a precio de turquesas, a su círculo de clientes y amistades. O los que fuman en una pipa torneada como un tulipán, recostados en almohadones esparcidos sobre un kilim, y beben té azucarado para que no les baje la tensión. O los que visitan la bitácora unos segundos, desde un ordenador ignoto, con taciturna fidelidad.

Pero yo rezo por embaucar a algún ingenuo. Alguien sin defensas ante las palabras, sin fintas aprendidas en los comentarios de texto, sin la sórdida astucia de haber acabado el Ulises, sin que espere con ansiedad de fin de semana el tiro de gracia en el lavabo de costumbre. Alguien que no me comprenda y, sin embargo, no se empeñe en acuchillar significados. Que deje hacer a las palabras. Son lentas, y se disuelven en la vida con la efervescencia de un sobre para el catarro.

Bendito sea ese lector que pensé que nunca tendría, conocido o desconocido. Para él escribo. Para el que no enarca las cejas, pero sí arruga la frente unos instantes, antes de abrir la mano y liberar la duda, la duda o lo que sea, pero con vida. Cazador de moscas con buen corazón. Para el que humedecería con saliva su pulgar antes de pasar la página si no estuviera ante un teclado. Para el que no se hace ilusiones. Y tampoco sospecha por sistema. Para el que, sencillamente, degusta, sin esforzarse en atar cabos sueltos o tender puentes entre mi confusión y su perplejidad; mis sermones y su risita condescendiente.

 

Escribo por todas estas cosas y por muchísimas más. En realidad, escribo por casi todo, porque cualquier excusa es buena para escribir.


Escribo porque sí, y también porque no.